Dos legisladores alemanes se ganaron las críticas de sus homólogos y una lluvia de cejas levantadas por parte de la población alemana cuando comentaron que a los inmigrantes alemanes habría que hacerles un test de inteligencia para lograr calificarlos profesionalmente ya que, además, las razones como “reunir familias” no pueden ser las únicas para admitir más gente en ese país.
Se trata de Peter Trapp, portavoz para temas de política interior de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y Markus Ferber, jefe en el Parlamento Europeo de la fracción cristianosocial (CSU). Tanto sus partidos como el resto de los entes políticos criticaron fuertemente esas declaraciones.
Bajo sus propios criterios, quizá si Trapp y Ferber hubiesen aplicado el test, no serían alemanes.
La cuestión que se discute es que, en realidad, Alemania no tiene una política de integración de inmigrantes y eso es lo que ahora se discute en algunas esferas públicas.
“De “dramática” se ha calificado la situación de los inmigrantes en el mercado laboral germano, lo que tiene mucho que ver con su grado de formación y esto a su vez con el modo en que está organizado el sistema educativo en Alemania. Cuatro años estudian los niños juntos. Cuando cumplen nueve, se les divide: unos, los de peores notas (considerando lo que por “notas” se pueda entender a tan temprana edad), van a la Hauptschule, el colegio desde el que el salto a la universidad es, sino imposible, muy difícil. El segundo grupo pasa a laRealschule, donde, con esfuerzo, se puede lograr el acceso a la formación académica, pero que por lo general prevé la profesional. Los más “inteligentes” acuden al Gymnasium, el lugar en el que se prepara a la futura elite intelectual del país”, publica Periodismo Humano.
Hay leyes que seguro ponen verde de envidia a las discriminatorias de Arizona.